miércoles, 13 de junio de 2012

mi pequeño amor 2

-Tenía que salir de... -me tomé la nuca al tiempo que entraba por la puerta principal y notaba que estaban todas las luces apagadas- Hola. ¿No estabas durmiendo, o sí?
-Estás loco. Es viernes -aseguró la puerta y apagó la luz exterior-, me duermo a las 5 o más tarde... -rió- Llegaste justo a la hora indicada, mis padres salieron hace un rato y estoy solo.
-Oh, wow. Soy genial -dije, incómodo. Tenía vergüenza, sentía que mis orejas ardían y que mi cuerpo entero latía.
-¿Subamos? -no esperó respuesta, sólo subió por las escaleras, indicándome que subiera tras él. Eso hice y al rato llegamos a su habitación. Era toda blanca, incluido el cubrecama. Estaba todo impecablemente ordenado, tanto que me sentí más avergonzado aún al recordar el estado de mi habitación. En una esquina había atril cubierto con una pañoleta azul y en el suelo unos montones de CD's y unas revistas de cómics.

No sé cómo pero terminamos bebiendo alcohol. Nos encerramos en la pieza y como ésta tenía acceso único a un baño no necesitamos salir en ningún momento. Los padres de Gerard podían llegar en cualquier momento y hubiese sido escandaloso que nos pillara así.

Escuchamos buena música y conversamos abiertamente. Él me habló de que sus padres se estaban divorciando y que habían salido esa noche para intentar reavivar el amor. Me contó que se sentía muy mal al respecto porque creía que nunca iba a ser lo mismo y que terminarían por acabar su relación. Esa confesión abrió un poco mi boca y pensamientos y terminé contándole casi toda mi vida.

Le hablé del infierno que era mi casa cuando estaban mis padres y aún cuando ellos no estaban. Le hablé de lo difícil que había sido mudarme a una ciudad tan alejada y dejar a todos mis amigos, le hablé de lo solo que me sentía, de que mi hermana era mi única verdadera compañía pero que me daba miedo que por lo loca que estaba le pudiese pasar algo, le hablé de lo mucho que presentía que no iba a encajar en ese colegio...

Gerard me escuchaba atentamente y se tomaba los botones de su polerón sin saber qué decir. Yo sólo le hablé y hablé, ebrio, sintiendo cómo en unos minutos estaría inundado en unas nauseas terribles.

-Gerard...
-Dime, Frank -me miró atentamente. Yo estaba sentado al lado de él, ambos en su alfombra, con nuestras espaldas pegadas a la inmaculada pared.
-¿A veces no te da miedo...?
-¿Qué me va a dar miedo? -yo lo miré a los ojos y sólo sé que vi luces verde oliva relucientes y hermosas.
-Estar en un liceo de hombres... -dejé caer mi cabeza en mis manos- ¿No te da miedo, a veces, poder sentir...?

Gerard tomó un cigarro que yacía en el suelo e intentó encenderlo mientras esperaba que terminara mi pregunta de una vez por todas.

-No sé, no importa -dije, rendido, comenzando a sentir esas nauseas que me pedían expulsar toda la basura ingerida.
-Dime -logró prender el cigarro y aspiró un poco de tabaco-, no me dejes curioso.
-¿A veces no te da miedo sentirte atraído por un hombre?


Desperté a la orilla de la cama sólo en boxers. No recordaba dónde estaba, hasta que me di cuenta de la gran fuente de luz que daba justo detrás de mi cabeza. Mi cama no estaba adelante de una ventana...
Estaba donde Gerard.
Giré lentamente mi cabeza, sin querer despertarlo, y vi su cabeza llena de pelos negros y largos, tan finos. Estábamos apestando alcohol, mi boca estaba pastosa y el dolor que me pegaba en la frente era casi insoportable. Busqué con mis ojos mi ropa, intentando recordar de a poco qué había pasado.


¿Dormir sólo en boxers con un amigo recién hecho? Si es que podíamos llamarnos amigos...



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