viernes, 11 de febrero de 2011

MGDP

Suena la alarma de mi celular.
Cinco minutos más, por favor…
No tengo ni una pizca de ganas de ir a clases hoy.
¿Razones? Tengo algunas, no es tan solo el simple desgano juvenil.
Pasa que nos mudamos a New Jersey hace poquísimo. Una semana y media. Fue muy repentino y lamentablemente necesario. No era un simple viaje de trabajo de mi padre. Como estoy lejos de la mayoría de edad como para haberme quedado viviendo solo, estoy aquí. Si no, créanme que estaría allá. Tuve que dejar de un día para otro toda mi vida, mis amigos de infancia, la preparatoria a la cual me había acostumbrado y mis amigos nuevos, las chicas que tenía de posibles amores… Maldición. Lo pienso y me dan ganas de golpear mi cabeza contra una muralla. Porque estoy a mucha distancia de South Carolina. En fin, llegamos a fines de febrero, me matricularon en una escuela de hombres –recién me empezaron a interesar las mujeres hace un año, maldita sea-, y a mi hermana en un colegio mixto. Acabo de entrar a segundo año en enseñanza media, y Natalie está en octavo básico. Nos llevamos bastante bien, y bueno, la diferencia de edad es prácticamente nula. Somos muy amigos, y es algo que agradezco, ya que la relación con nuestros padres es terrible. Ellos son los culpables, y no me arrugo un poco al decirlo. A mí me detestan –por decirlo de algún modo- mucho más porque no fui un hijo deseado, y a Natalie, no tengo la menor idea. No la tratan pésimo, tampoco mal, pero no la adoran. Supongo que Linda –nuestra progenitora-, no tiene instinto maternal, en absoluto. Y mi padre, será muy frío. Como sea, 16 años siendo su hijo me ha enseñado que de verdad existe esta clase de papás.

Suena la alarma de nuevo.
¡No quiero levantarme! Y es que tengo miedo. Cuando entré en la secundaria me di cuenta de lo tímido que en realidad soy. Con mis viejos amigos siempre fui muy loco, salíamos y yo siempre era muy simpático con la gente que había alrededor, muy sociable… Pero, ¿hacerme nuevos amigos? No. Eso era algo muy nuevo para mí, ya que los únicos amigos que tenía eran los que me hice a los 5 o 9 años como máximo; las otras personas que fui conociendo en el camino no pasaban la línea de ‘personas muy buena onda, confiables y apañadoras’ a la de ‘amigos verdaderos’. Entonces, acostumbrarme a un ambiente totalmente nuevo fue terrible para mí. No me avergüenzo al decir que soy lindo y que atraigo miradas, y bueno, eso me hizo ser una fuente de atención constante. A pesar de que la gente me hablaba e intentaba acercarse a mí, me costó aprender a llevarme con ellos. Lo logré, a fin de cuentas, pero ahora, todo ese esfuerzo parece haber sido en vano. Como dije, tengo miedo.
Vale, también tengo sueño.

Última oportunidad: 7.17 am.
Un, dos, tres, ¡fuera mantas!
Primero: Verme al espejo. No tengo la cara hinchada, primer desafío completado.
Segundo: ducharme. No, de verdad… Que paja.
Segundo, entonces: Lavarme el pelo. Really? No soy tan sucio... veamos... Sí ¬¬ .. A lavarme el pelo.
Tercero: Vestirme.

7.34 am.

El uniforme no es feo. Supongo que el día no ha empezado mal.